La exposición «12» (Tenerife, 1965)

Tanja Tanvelius, Pilar Lojendio y Maud Westerdahl (de izqda a dcha).
Fondo Westerdahl, Archivo Histórico Provincial de Tenerife.

Extracto del guion elaborado para el documental Las Doce de Miguel G. Morales y Tamara Brito (2019)

En diciembre de 1965 el Círculo de Bellas Artes abrió al público la exposición Las 12, una colectiva integrada por los trabajos artísticos de 12 mujeres. Tras 30 días la muestra fue clausurada, itinerando al Puerto de la Cruz para su exhibición en el Instituto de Estudios Hispánicos, que tras unos años de inactividad volvía a abrir como sala de exposiciones.

Algunas de ellas eran extranjeras que residían temporal o definitivamente en las Islas, como Maud Westerdahl de origen francés, la norteamericana Quita Brodhead, la noruega Birgitta Bergh, la sueca Tanja Tanvelius, la polaca Vicky Penfold o la italiana Carla Prina. Otras, como Lola Massieu o Jane Millares eran artistas de Gran Canaria vinculadas la Escuela Luján Pérez, centro de enseñanzas artísticas en el que destacaba la elevada presencia de mujeres en sus aulas. Otras de las participantes en Las 12, como María Belén Morales y Eva Fernández habían sido fundadoras, con Pedro González, del colectivo Nuestro Arte o bien, como en el caso de Celia Ferreiro o Manón Ramos, tenían relación o participaban de las actividades de este grupo de vanguardia.

La prensa de la época se hizo eco de la apertura de esta colectiva con titulares en los que se la calificaba de “exposición de arte femenino” o de “curiosa e insólita muestra femenina”.

La idea de poner en marcha una exposición colectiva en la que solo participaran mujeres surge de Maud Westerdahl y María Belén Morales, durante una velada en la casa de la escultora en Tacoronte.  A la iniciativa se suma también como impulsora la pintora sueca Tanja Tanvelius.

Los contactos y las amistades de unas y otras propiciaron que la nómina final de participantes ascendiera a 12 artistas de muy diversa procedencia y con obras de variados estilos, lenguajes, técnicas y poéticas.

Vinculada al grupo de los surrealistas franceses, Maud Bonneaud se había convertido en una auténtica dinamizadora cultural desde su llegada a Tenerife en la década de los 50, tras divorciarse de Domínguez y contraer matrimonio con el crítico de arte de origen sueco Eduardo Westerdahl.

A su llegada a la isla encontró un contexto pobre a nivel cultural y artístico. El aislamiento inicial se fue atenuando con el paso del tiempo, gracias sobre todo a la estrecha y duradera amistad que mantuvo con la escultora María Belén Morales y a las veladas en casa de esta en Tacoronte. En estos encuentros se debatía y discutía con total libertad sobre temas culturales, artísticos y políticos y participaban de forma habitual los Westerdahl, pero también Pilar Lojendio o Pedro García Cabrera, entre otros.

La complicidad y colaboración entre ambas, de la que también participaba Tanja Tanvelius, propició la puesta en marcha de iniciativas innovadoras como el Salón de Arte Experimental o la Feria de Navidad en Círculo de Bellas Artes. Y entre esas propuestas rompedoras destaca la exposición colectiva Las 12.

Eduardo Westerdahl, al escuchar la propuesta de Maud y María Belén Morales para organizar una exposición solo de mujeres exclamó “¡Ah! ¡Feministas!”. Quizás por temor a los prejuicios de la época, a la recepción negativa y al rechazo generalizado por parte del público, en el texto de presentación de la muestra, firmado por el propio Eduardo, este grupo de creadoras intentó dejar bien claro que no había ningún tipo de intención reivindicativa y que no se trataba de un grupo “feminista”:

“Ni grupo ni salón, ni colectiva, pues somos muy distintas. Exponemos juntas nada más. Coincidencias, simpatías mutuas y el común deseo de hacer algo. Tampoco carácter ‘femenino’. El solo hecho de ser mujeres no hubiera sido motivos suficientes para justificar la exposición. Nada de femineidad –labores-crochet-. Nada tampoco de femenino-sufragista-reivindicación. Ninguna intención de tipo ‘como los hombres o mejor que ellos’ cosa que implicaría en sí una mezcla de agresividad… y admisión de su superioridad. Finalidad de la exposición: Simplemente un acto. Declarar nuestra inquietud y seriedad artística y presentar nuestra busca y sus resultados”.

Esta muestra puede entenderse como la estrategia por parte de un grupo de artistas para hacerse visibles y llamar la atención sobre su presencia dentro del campo del arte a un público, que en su mayoría, ni apreciaba el tipo de obras, ni esperaba que obras así pudieran salir de las manos de una mujer. Pero más allá de las intenciones últimas de sus promotoras, esta exposición vino a demostrar que a pesar de la creencia generalizada, las mujeres también eran sujetos del arte, en un panorama dominado y liderado por los hombres. Esta muestra evidenciaba además algo que venía gestándose desde finales de los 40: la presencia cada vez mayor de las mujeres en las escuelas de arte, en las salas de exposiciones, en los grupos de vanguardia, en los certámenes artísticos y en el campo de la crítica de arte. Este es, probablemente, el gran logro de Las 12.

Pasado más de medio siglo desde su celebración ¿qué importancia puede tener ahora esta exposición colectiva de mujeres que estuvo apenas un mes abierta al público? Quizás este episodio aparentemente anecdótico nos recuerda que son muchos los huecos que hay que cubrir en el saber histórico, que son muchos los capítulos olvidados de la historia del arte en Canarias, sobre todo aquellos que protagonizaron las mujeres. Y es sobre estos episodios sobre los que hay que poner el foco desde una mirada actual. No se trata de intentar demostrar que las mujeres han sido las auténticas y únicas protagonistas de la película: de lo que se trata es de señalar y mostrar el papel principal o secundario que desempeñaron en la historia del arte.

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